Rosario Traducciones inicia un nuevo viaje, en esta oportunidad recorrerá diferentes bibliotecas del mundo. Consideradas como grandes reservorios del conocimiento, su origen se remonta a la Antigüedad, donde el intercambio de ideas y el acceso a la información eran fundamentales para el progreso de la humanidad. En esta nota, nos remontaremos al origen de estos templos del saber, su raíz etimológica y a la importancia que actualmente siguen teniendo estas instituciones. 

 

 

La palabra biblioteca tiene sus raíces en el griego antiguo, derivándose de dos vocablos fundamentales: biblion, que significa "libro", y theke, que se traduce como "depósito" o "almacén". Cabe destacar que esta conjunción lingüística da vida a un término que trasciende el mero concepto de un espacio físico repleto de libros. En su esencia etimológica, la biblioteca encarna la noción de un tesoro colectivo de conocimiento y sabiduría, un almacén de historias, ideas y descubrimientos que trascienden el tiempo y el espacio.

 

 

A pesar del avance de lo digital y la omnipresencia tecnológica, en la actualidad las bibliotecas continúan desempeñando un papel muy importante en la sociedad ya que, al igual que los museos, centros culturales y cines, son uno de los íconos más importantes de la cultura contemporánea. Las mismas se consideran espacios inclusivos y comunitarios, donde se brindan programas educativos, acceso a internet, asesoramiento en investigación, etc.

 

 

Y si de orígenes se trata, identificar con precisión cuál es la biblioteca más antigua es un verdadero desafío debido a la naturaleza de los registros históricos y a la definición exacta de lo que constituyen estos espacios.  

Entre las bibliotecas más antiguas conocidas, se destaca la Biblioteca de Asurbanipal en Nínive (antigua capital del Imperio Asirio, que actualmente forma parte del territorio de Irak), que se remonta al siglo VII a.C.

Esta biblioteca fue creada por el rey Sargón II, que reinó desde el 722 al 705 a. C. y ampliada por el rey Asurbanipal (669-627 a. C.). En su interior supo alojar  una extensa colección de tablillas hechas de arcilla, cubiertas de una escritura fina por ambos lados. La misma llegó a reunir 22.000 tablillas, encontradas bajo los escombros del palacio real en Nínive. 

Se trató de la colección más completa que se conoce de escritura cuneiforme, un legado cultural dejado por el rey Asurbanipal que, según los registros históricos que se conservan sobre su vida, mostró un gran interés por el saber y la ciencia de Mesopotamia y dio orden de buscar y confiscar todas las tablillas posibles, sobre todo en Babilonia. 

 

 

 

 

Nínive fue destruida en el año 612 a. C. por una coalición de babilonios, escitas y medos, un antiguo pueblo iraní. Se cree que durante el incendio del palacio, un gran incendio arrasó la biblioteca, lo que devino en que las tablillas cuneiformes de arcilla se quemaran parcialmente.

Actualmente, parte de ese acervo se encuentra dentro de la base de datos del Museo Británico en Londres, desde donde se ha impulsado el proyecto Biblioteca de Asurbanipal, con el objetivo de publicar un catálogo actualizado de su colección.